Juan
3:3
Respondió Jesús y
le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede
ver el reino de Dios.
La tarea del Evangelio no consiste en producir nuevas
condiciones de vida, aunque el peso y la voz de la Iglesia deben estar detrás
de todos los esfuerzos para hacerles la vida mejor a los hombres.
Sin embargo, su verdadera tarea es producir hombres
nuevos; con hombres nuevos, las nuevas condiciones de vida surgirán. Hombres y
mujeres nuevas, a través del poder del Espíritu Santo. Esa es la tarea.
En el capítulo tres de Juan, tenemos tres grandes
concepciones gemelas: entrar en el Reino de los Cielos, llegar a ser hijos de
Dios y participar de la vida eterna.
Las tres dependen y son productos de la obediencia
perfecta a la voluntad de Dios.
Aquí es donde se introduce la idea del nuevo
nacimiento: es lo que enlaza y armoniza estas tres concepciones.
Está claro que, tal como somos y dependiendo de
nuestras fuerzas somos absolutamente incapaces de rendir a Dios esa perfecta
obediencia; sólo cuando la gracia de
Dios llega a tomar posesión de nosotros y nos cambia podemos darle a
Dios la reverencia y la devoción que le debemos.
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