Cuando el
espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no
hallándolo, dice: Volveré a mi casa de donde salí.
Y cuando
llega, la halla barrida y adornada.
Entonces va,
y toma otros siete espíritus peores que él; y entrados, moran allí; y el
postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero.
Lucas 11:24
al 26
Este pasaje
nos traslada a un mundo extraño, habla de la decisión en favor o en contra de
Dios, la cual se toma en el corazón (en «la casa»).
Jesús
considera a la masa de sus adversarios como reincidentes en maldad. Pensando en
la historia de Israel, que fue una historia de conversiones y de incesantes
caídas, sabemos que ellos dejaron que el espíritu maligno adquiriera poder muy
a menudo sobre ellos, pese a todos los fervientes esfuerzos de Dios. Por eso,
son considerados por Jesús como pecadores reincidentes, una generación
realmente pervertida. Al rechazar a Cristo, les irá peor que a otras
generaciones precedentes, ya que allí hay uno que es «mayor que Jonás» y «mayor
que Salomón». Estas palabras de Jesús se aplican específicamente a lo vacío del
judaísmo, que tomó la reforma pero sin la regeneración. Así, la situación de
Israel empeorará. Una vez que la nación judía rechace a Jesús, nada puede
llenar este vacío sino los engaños de Satanás.
Espíritu inmundo: Jesús está hablando de demonios reales.
Dice que Sale: note la manera de su salida,
seguramente fue por obligación. Es posible que por la fuerza se haya arrojado
del hombre al espíritu maligno como constantemente sucedía por el poder de la
palabra de Jesús. Pero, sin que este hombre rechace interiormente a dicho
espíritu inmundo. No tenemos un caso bíblico de un espíritu inmundo, o “no
limpio”, que haya salido de su “casa” (cuerpo humano) en forma voluntaria.
Aparentemente los demonios se sienten más cómodos ocupando el cuerpo de una
persona, o de un animal. Salen solamente obligados por una autoridad superior.
De una persona: Se trata de una persona de la
que echaron a un demonio. Pero, como veremos, enseguida volverá a pactar con
el espíritu maligno. Aunque el espíritu haya salido, para la persona no
regenerada sigue siendo su demonio favorito.
Anda por lugares secos: Es el lugar de residencia de los demonios. Jesús también ha combatido
allí con Satán. Desde el desierto los demonios avanzan hasta meterse en el
reino de los hombres e intentan aclimatarse en él.
Me volveré, indica una tendencia a regresar.
Encuentra la casa barrida y adornada: Adorno, viene del griego kosméo y
significa: arreglar, ataviar, decorar y específicamente: apagar una mecha. Es el estado en el que está la casa, pero vacía porque la plenitud de
Dios no ha llenado el recinto desocupado. Se encuentra superficial y cosméticamente adornada, por arriba, nada fundamental. No
está provista de ninguna gracia verdadera; todo es pintura y barniz, nada
duradero ni real. Nunca fue entregada a Cristo ni habitada por el Espíritu.
Un alma vacía es un alma en peligro.
Toma a otros siete espíritus peores: este nuevo estado de la persona, estimula al espíritu malo lo
suficiente como para reunir a espíritus peores y con ellos vuelve a instalarse
en la casa, es decir, en el corazón de aquel hombre. Aparentemente, hay grados
morales entre los demonios, algunos peores que otros, todos siendo malos.8
Moran allí: La potencia ocupante del espíritu tenebroso le resultaba agradable a
este hombre. Todavía está interiormente dispuesto para el espíritu malvado, más
aún, siente verdadera nostalgia de él y le atrae. Los espíritus malignos entran
sin dificultad; son recibidos y viven allí; allí trabajan; allí mandan. Allí
pueden dominar y hacer al hombre todavía más desdichado de lo que era antes.
Postrer estado viene a ser peor que el primero: Advierte que la situación creada por estas acciones pueden tornarse
peores si no tienen lugar cambios fundamentales. Al rechazar a Jesús, no les
queda otra cosa que ceremonias y ritos vacíos, lo cual hace de ellos aún más
vulnerables al engaño de Satanás. Es necesario
barrer; pero después de desarraigar el mal hay que plantar y cultivar el bien.
La mejor manera de evitar el mal es practicar el bien. Un jardín, podría ilustrarnos esto. Primero, hay
que quitar los yuyos y preparar la
tierra; pero, si no se siembra y se cultiva buenas plantas, pronto estará peor
que antes. No se es bueno por no hacer cosas malas, sino llenando la vida de cosas
buenas.
Este pasaje de las Escrituras nos previene de una manera solemne que seamos
religiosos sin la conversión del corazón. Solo en ser verdaderos y sinceros
cristianos puede encontrarse completa seguridad.
Abandonar nuestros
pecados escandalosos, de nada sirve si
la gracia no reina en nuestros corazones. Dejar de obrar mal es poca cosa si al
mismo tiempo no aprendemos a hacer el bien.
No es suficiente que la casa
haya sido barrida y adornada exteriormente: es necesario que otro habitante la ocupe para que el antiguo no
vuelva a presentarse. Cristo debe morar en nuestros corazones por medio de la fe.
No solo debemos estar
moralizados, sino también espiritualizados. No solo debemos reformarnos: debemos
nacer de nuevo.
No seamos como casas barridas y adornadas donde
no mora el Espíritu. No seamos como sepulcros blanqueados. Lo malo de la religión vacía es que puede “limpiar” exteriormente a una persona prohibiéndole
todas las malas acciones, pero no la puede mantener limpia.
Consideremos
un caso práctico. Un borracho se puede reformar; puede que decida no seguir
perdiendo el tiempo en su adicción, pero debe buscarse algo de Dios para hacer,
tiene que encontrarse algo con lo que pueda llenar el tiempo que está ahora
vacante, o volverá a caer en la vieja situación.
Una persona
que no se ha dedicado más que a buscarse placeres puede que decida ponerle
punto final; pero debe encontrar algún otro objetivo por lo menos igualmente
absorbente con el que llenar su tiempo, o no hará más que volver a la carga si
se encuentra con la vida vacía.
No basta con
que la vida de una persona esté esterilizada; tiene que fertilizarse para
producir el bien. Si se destierra de la vida una clase de acción, hay que
sustituirla con otra, porque la vida no puede estar vacía.
Todo corazón
es la residencia de espíritus inmundos, salvo los que son templo del Espíritu
Santo, por fe en Cristo.
El libro de
Esdras registra cómo la gente se apartó de la idolatría pero no la reemplazaron
con amor a Dios y obediencia.
Desear
alejarnos del pecado es el primer paso, pero luego debemos llenar nuestra vida
con la Palabra de Dios y el Espíritu Santo. Las personas vacías e inactivas son
un fácil blanco de Satanás.
Jesús advierte de la terrible
consecuencia de no llenar el corazón con la verdad de Dios que él mismo estaba
presentando. Tal era la condición de esa perversa generación.
«Hay que llenar a las personas con algo.» No
basta con echar al mal; hay que dejar entrar al bien.
El vacío dejado por la salida
de un espíritu maligno debe ser llenado por el Espíritu Santo, o el individuo
quedará expuesto a una mayor actividad demoníaca.
«No os embriaguéis con vino, en lo cual hay
disolución; antes bien sed llenos del Espíritu» (Efe_5:18
)
No basta que la vida exterior
se maquille con los adornos de las formas religiosas: es necesario que en el
interior experimente la presencia viva del Espíritu Santo.
No basta que se eche fuera al
demonio: es necesario que el Espíritu Santo tome su lugar.