Mateo 25:14
Porque el reino de
los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les
entregó sus bienes.
Esta es la parábola de los talentos.
En primer lugar, nos
dice que Dios da a las personas diferentes dones.
Que
la recompensa por un trabajo bien hecho es aún más trabajo para hacer.
A los dos siervos que habían cumplido bien no se les dijo que podían
sentarse a descansar, sino se les dieron mayores tareas y
responsabilidades más grandes In el trabajo de su amo.
Se
castigó a la que no intentó hacer nada.
El que tenía un talento no lo usó, no hizo nada con él. Si lo hubiera
arriesgado y perdido, habría sido mejor que no hacer nada en absoluto.
Siempre es una tentación para el que no tiene más que un talento el decir:
«Tengo tan poco, y puedo hacer
tan poco con ello, que no vale la pena intentarlo para lo poco que voy a
sacar.» La condenación recae sobre la persona que, aunque no tenga
nada más que un talento, no intente usarlo ni arriesgarlo para el bien
común.
Al
que tiene se le dará más, y el que no tiene
perderá hasta lo que tenga. El sentido es el siguiente. Si una persona
tiene un talento y lo ejercita, se hace progresivamente más capaz de
usarlo más. Pero si tiene un talento y deja de utilizarlo, inevitablemente
lo perderá. Si se nos da bien un juego o un arte, si tenemos algún don
para algo, cuanto más lo ejercitemos más capaces seremos de asumir mayores
tareas en esa área. Mientras que, si dejamos de usarlo, lo perdemos. Eso
es igualmente cierto de jugar al tenis, o tocar el piano, o cantar, o
predicar, o tallar madera, o pensar ideas. Es la lección de la vida que la
única manera de conservar un don es usarlo en el servicio de Dios y de
nuestros semejantes.
El
talento no se hizo para guardar, sino para usarlo. También, puedes hacer dos
cosas, prostituirlo o guardarlo.
El incapaz, echó la culpa a Dios por su incapacidad,
insolente, insulta de codicia y no ve la confianza.
Esta
semana, esfuérzate y desentierra tus talentos...