miércoles, 9 de mayo de 2012

Usa tu cuerpo para la gloria de Dios

1 Corintios 6.13

Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo.

El cuerpo no debe involucrarse en actividades sexuales fuera del matrimonio. Y en el caso del creyente en Cristo, el cuerpo no le pertenece a él para que haga lo que quiera, sino que fue hecho para el Señor.

El que fornica, contra su propio cuerpo peca” (v. 18).

Por tanto, la fornicación no es algo indiferente, es pecar contra nuestro mismo cuerpo, el que, como el Señor para quien fue creado, no ha de ser deshecho, sino resucitado para una existencia eterna.

El cuerpo, que representa a la personalidad, el ser humano en su conjunto, no está hecho para desaparecer, sino para estar unido a Cristo en este mundo y, aún más íntimamente, en el por venir.

¿Qué sucede cuando se comete fornicación?

Al unir tu cuerpo con otro cuerpo, como dice la Escritura, en el acto sexual dos personas llegan a ser un solo cuerpo (Gen_2:24 ).

Es decir: tu cuerpo que le pertenece a Cristo por derecho propio se ha prostituido con otra persona.

Otros pecados son externos a la persona, mientras que en el sexo indebido se peca contra el propio cuerpo, que está diseñado y destinado para la comunión con Cristo.

Precisamente porque el Espíritu de Dios habita en nosotros, somos templo de Dios, y nuestros cuerpos son sagrados.

Y más: Cristo murió para salvar, no sólo una parte de la persona, sino toda la persona humana, espíritu, alma y cuerpo.

Cristo dio su vida para darnos un alma redimida y un cuerpo puro.

Por esa razón, un cristiano no tiene un cuerpo para hacer con él lo que quiera, sino que ese cuerpo pertenece a Cristo; así que cada cual debe usarlo, no para satisfacer su concupiscencia, sino para la gloria de Cristo.




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