1 Corintios 6.13
Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para
el Señor, y el Señor para el cuerpo.
El cuerpo no debe
involucrarse en actividades sexuales fuera del matrimonio. Y en el caso del
creyente en Cristo, el cuerpo no le pertenece a él para que haga lo que quiera,
sino que fue hecho para el Señor.
El que fornica, contra su propio cuerpo peca” (v. 18).
Por tanto, la fornicación no es algo indiferente, es pecar contra
nuestro mismo cuerpo, el que, como el Señor para quien fue creado, no ha de ser
deshecho, sino resucitado para una existencia eterna.
El cuerpo, que representa a la personalidad, el ser humano en su
conjunto, no está hecho para desaparecer, sino para estar unido a Cristo en
este mundo y, aún más íntimamente, en el por venir.
¿Qué sucede cuando se comete fornicación?
Al unir tu cuerpo con otro cuerpo, como dice la Escritura, en el acto
sexual dos personas llegan a ser un solo cuerpo (Gen_2:24 ).
Es decir: tu cuerpo que le pertenece a Cristo por derecho propio se ha
prostituido con otra persona.
Otros pecados son externos a la persona, mientras que en el sexo
indebido se peca contra el propio cuerpo, que está diseñado y destinado para la
comunión con Cristo.
Precisamente porque el Espíritu de Dios habita en nosotros, somos
templo de Dios, y nuestros cuerpos son sagrados.
Y más: Cristo murió para salvar, no sólo una parte de la persona, sino
toda la persona humana, espíritu, alma y cuerpo.
Cristo dio su vida para darnos un alma redimida y un cuerpo puro.
Por esa razón, un cristiano no tiene un cuerpo para hacer con él lo
que quiera, sino que ese cuerpo pertenece a Cristo; así que cada cual debe
usarlo, no para satisfacer su concupiscencia, sino para la gloria de Cristo.
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