Santiago 5:12
Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis,
ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que
vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación.
En la antigüedad, le daban fuerza a una afirmación o
una promesa o un compromiso interponiendo un juramento, que es «poner a Dios
por testigo.»
Cualquier juramento en el que se mencionara el nombre
de Dios se consideraba obligatorio pero si no se mencionaba expresamente a
Dios, se decía que no obligaba. El nombre de Dios, Él era el garante de la
transacción.
Práctica habilidosa y aguda para parecer que uno se
comprometía a algo cuando en realidad no tenía intención de cumplirlo. Lo cual
convirtió el asunto de los juramentos en un juego burlesco de palabras.
EN VANO: Mala costumbre de invocar a Dios
coma testigo de la verdad sin razón suficiente, incluso para las trivialidades.
Perder el respeto, los chistes aún el Dios
mío.
Los juramentos se pusieron de moda. Se juraba por
cualquier cosa pero no era más que una prueba de lo frecuente que era mentir y
defraudar.
La simple afirmación o negación debe ser suficiente
para establecer tu palabra.
Condenación: Lit., juicio, es
decir “del Juez” que “está delante de las puertas” (v. 9).
Santiago cita a Jesús (Mat. 5:33-37) y argumenta que
los cristianos no deben hacer juramentos. ¿Por qué? Porque divide el discurso
en dos planos.
1- Las afirmaciones juradas: son verdaderas.
2- Y las otras pueden no serlo. Jesús dijo que todos
serán juzgados por toda palabra (Mat. 12:36).
Toda palabra debe ser verdadera. Todo debe ser abierto
y honesto. Como Dios oye todas las palabras, todas sus afirmaciones son como un
juramento hecho delante de Dios.
Jesús se pronunció claramente contra esa manipulación de
la verdad. Y abuso. Prohibió a sus discípulos el juramento (Mat_5:33-37). No
deben jurar nunca. Como hijos del Padre que está en los cielos, su modo de
hablar ha de ser claro, sencillo y sincero. Que tu «sí» sea «sí», y que tu «no»
sea «no».
Mandato (según texto griego): Manera como se debe
hablar: vuestro «sí» sea «sí» al «sí», «sí» vuestro «no» sea «no» al «no», «no»
Amenaza de castigo Se reprueban todas las otras fórmulas usadas para afirmar o
negar.
La verdad, sólo la
verdad y nada más que la verdad.
Un discípulo de Cristo no puede recurrir a sutilezas,
verdades a medias, medios astutos de prevalecer, adulaciones o hipocresías.
Dios te impuso la obligación de decir la verdad siempre y en todas las
circunstancias.
El discípulo de Cristo vive siempre ante la presencia
de Dios, el defensor de la verdad y el juez de toda falta de veracidad. Es
discípulo, además, de aquel maestro y Señor que vivió y padeció dando
testimonio de la verdad.
El cristiano tiene la obligación de decir la verdad
siempre y en todas partes, de renunciar a cualquier clase de artificio o de
recurso, de no usar la santa autoridad de Dios para conseguir sus propios
fines. Quien se ha liberado del dominio del príncipe de este mundo, del padre
de la mentira, tiene que reflejar la verdad en sus palabras y en su conducta.
Sólo así se salva el mundo y se santifica la Iglesia.
El cristiano debe vivir la verdad en el amor. Sólo así puede penetrar la verdad
en el mundo, que está dominado por la mentira y la hipocresía, el desorden y la
desconfianza, la astucia y el fraude.
De nosotros depende que el espíritu de
Dios, que nos trae la salvación y es espíritu de verdad, penetre en nuestro
ambiente, en nuestras comunidades, en la opinión pública y en el mundo y los
salve. Quien no cumpla en la vida estas exigencias, no deberá extrañarse cuando
en el tribunal de Dios se le pidan cuentas. Dios, abogado de la verdad, vela
sobre nuestras palabras y nuestra conducta.
Sincero para que los
demás crean un simple sí o no. Al evitar mentiras, medias verdades y omisiones
de la verdad, a usted lo llegarán a conocer como una persona confiable, honesta
en lo que decimos.
Santiago cita a Jesús (Mat_5:37), insistiendo en que
debemos ser honestos en lo que decimos, y que después de un juramento,
cualquier fallo en cumplir nuestra palabra deshonra a Dios a la vista de la
gente.
Cuando digan
""sí"" que signifique ""sí"" y cuando
digan ""no"" que signifique ""no"", para
que no sean juzgados por Dios."
En una sociedad honrada no hacen falta juramentos. Es
sólo cuando no se puede uno fiar de la palabra de nadie cuando se recurre a los
juramentos.
La mayor garantía de la verdad de una afirmación no
era el juramento, sino el carácter de la persona.
El ideal es que nadie piense en exigirnos un juramento
porque no se pondría en duda que diríamos la verdad.
El punto de vista del Nuevo Testamento es que todas
las palabras se dicen en la presencia de Dios y deben, por tanto, ser ciertas.
Al cristiano se le debe conocer como persona de honor,
y sería totalmente innecesario tomarle juramento.
El Nuevo Testamento no permite los juramentos porque deplora
la tendencia humana a la falsedad, que los hace a veces necesarios, para afirmar lo que estamos afirmando pero que no se sabe si realmente es sí.
Si tu sí es sí, no necesitas jurar.
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