domingo, 13 de mayo de 2012

¡Cuando dices sí, dices sí!


Santiago 5:12

 Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación.


En la antigüedad, le daban fuerza a una afirmación o una promesa o un compromiso interponiendo un juramento, que es «poner a Dios por testigo.»
Cualquier juramento en el que se mencionara el nombre de Dios se consideraba obligatorio pero si no se mencionaba expresamente a Dios, se decía que no obligaba. El nombre de Dios, Él era el garante de la transacción.
Práctica habilidosa y aguda para parecer que uno se comprometía a algo cuando en realidad no tenía intención de cumplirlo. Lo cual convirtió el asunto de los juramentos en un juego burlesco de palabras.

EN VANO: Mala costumbre de invocar a Dios coma testigo de la verdad sin razón suficiente, incluso para las trivialidades. Perder el respeto, los chistes aún el Dios mío.

Los juramentos se pusieron de moda. Se juraba por cualquier cosa pero no era más que una prueba de lo frecuente que era mentir y defraudar.
La simple afirmación o negación debe ser suficiente para establecer tu palabra.

Condenación: Lit., juicio, es decir “del Juez” que “está delante de las puertas” (v. 9).

Santiago cita a Jesús (Mat. 5:33-37) y argumenta que los cristianos no deben hacer juramentos. ¿Por qué? Porque divide el discurso en dos planos.
1- Las afirmaciones juradas: son verdaderas.
2- Y las otras pueden no serlo. Jesús dijo que todos serán juzgados por toda palabra (Mat. 12:36).

Toda palabra debe ser verdadera. Todo debe ser abierto y honesto. Como Dios oye todas las palabras, todas sus afirmaciones son como un juramento hecho delante de Dios.

Jesús se pronunció claramente contra esa manipulación de la verdad. Y abuso. Prohibió a sus discípulos el juramento (Mat_5:33-37). No deben jurar nunca. Como hijos del Padre que está en los cielos, su modo de hablar ha de ser claro, sencillo y sincero. Que tu «sí» sea «sí», y que tu «no» sea «no».

Mandato (según texto griego): Manera como se debe hablar: vuestro «sí» sea «sí» al «sí», «sí» vuestro «no» sea «no» al «no», «no» Amenaza de castigo Se reprueban todas las otras fórmulas usadas para afirmar o negar.

La verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad.

Un discípulo de Cristo no puede recurrir a sutilezas, verdades a medias, medios astutos de prevalecer, adulaciones o hipocresías. Dios te impuso la obligación de decir la verdad siempre y en todas las circunstancias.

El discípulo de Cristo vive siempre ante la presencia de Dios, el defensor de la verdad y el juez de toda falta de veracidad. Es discípulo, además, de aquel maestro y Señor que vivió y padeció dando testimonio de la verdad.

El cristiano tiene la obligación de decir la verdad siempre y en todas partes, de renunciar a cualquier clase de artificio o de recurso, de no usar la santa autoridad de Dios para conseguir sus propios fines. Quien se ha liberado del dominio del príncipe de este mundo, del padre de la mentira, tiene que reflejar la verdad en sus palabras y en su conducta.

Sólo así se salva el mundo y se santifica la Iglesia. El cristiano debe vivir la verdad en el amor. Sólo así puede penetrar la verdad en el mundo, que está dominado por la mentira y la hipocresía, el desorden y la desconfianza, la astucia y el fraude. 

De nosotros depende que el espíritu de Dios, que nos trae la salvación y es espíritu de verdad, penetre en nuestro ambiente, en nuestras comunidades, en la opinión pública y en el mundo y los salve. Quien no cumpla en la vida estas exigencias, no deberá extrañarse cuando en el tribunal de Dios se le pidan cuentas. Dios, abogado de la verdad, vela sobre nuestras palabras y nuestra conducta.

Sincero para que los demás crean un simple sí o no. Al evitar mentiras, medias verdades y omisiones de la verdad, a usted lo llegarán a conocer como una persona confiable, honesta en lo que decimos.

Santiago cita a Jesús (Mat_5:37), insistiendo en que debemos ser honestos en lo que decimos, y que después de un juramento, cualquier fallo en cumplir nuestra palabra deshonra a Dios a la vista de la gente.

Cuando digan ""sí"" que signifique ""sí"" y cuando digan ""no"" que signifique ""no"", para que no sean juzgados por Dios."

En una sociedad honrada no hacen falta juramentos. Es sólo cuando no se puede uno fiar de la palabra de nadie cuando se recurre a los juramentos.
La mayor garantía de la verdad de una afirmación no era el juramento, sino el carácter de la persona.

El ideal es que nadie piense en exigirnos un juramento porque no se pondría en duda que diríamos la verdad.

El punto de vista del Nuevo Testamento es que todas las palabras se dicen en la presencia de Dios y deben, por tanto, ser ciertas.

Al cristiano se le debe conocer como persona de honor, y sería totalmente innecesario tomarle juramento.

El Nuevo Testamento no permite los juramentos porque deplora la tendencia humana a la falsedad, que los hace a veces necesarios, para afirmar lo que estamos afirmando pero que no se sabe si realmente es sí.

Si tu sí es sí, no necesitas jurar.


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