domingo, 12 de abril de 2020


Los judíos, esa noche en Egipto, se sentaron a la mesa con un sacrificio hecho, una protectora sangre derramada de un animal inocente y una actitud profética: vestidos para viajar desde Egipto hacia la Tierra Prometida.
Reflexión escrita del pastor Mario Fleita. 12/04/20

Para estar contextualizados en el tiempo y en el festejo, leamos 1 Corintios 5:7 y 8:
“Por lo tanto, dejen de pecar. El pecado es como levadura vieja, que a todos echa a perder. Si dejan de pecar, serán personas nuevas, como los panes nuevos y sin levadura que se comen en la Pascua. Nuestra nueva vida es como una fiesta de Pascua. Nuestro cordero de la Pascua es Cristo, que fue sacrificado en la cruz. Nosotros somos como el pan de la fiesta, y debemos ser como el pan sin levadura, es decir, sinceros y honestos. No seamos malos ni hagamos daño a nadie, pues seríamos como el pan que se hace con levadura vieja”.
Quiero reflexionar sobre dos aspectos: sacrificio y levadura.

Sacrificio.
En la biblia, PASCUA viene de la última plaga que recibió Egipto de parte de Dios, significa pasar por alto, ya que el ángel exterminador si encontraba la sangre del SACRIFICIO en la puerta de la casa, pasaba de largo y la muerte no entraba a esa casa. Desde ese entonces en Egipto, los judíos empezaban ritualmente los días de los panes sin levadura matando literalmente al cordero pascual, que hoy sabemos es el símbolo del sacrificio de Cristo.
Sin embargo, el tiempo de hacer fiesta entre los cristianos que corresponde a la pascua judaica, no está limitado, como en el caso de los judíos, a ninguna estación del año, sino que es para todo tiempo. Festejemos, los que creemos en Cristo, viviendo cada día una vida cristiana gozosa, por la obra de Jesús realizada en la cruz.
Festejemos hoy también y recordemos una vez más que por el sacrificio de Cristo en la cruz somos salvos y estamos protegidos de la muerte. Porque los beneficios del sacrificio de nuestro Cordero Pascual, consumado una vez y para siempre, se extiende a todo el tiempo de nuestra vida, en esta dispensación cristiana.
Nuestra nueva vida es como una fiesta de Pascua y nuestro cordero de la Pascua es Cristo, que fue sacrificado en la cruz.

Levadura.
Por otro lado, en la Pascua, los judíos tenían que limpiar sus casas quitando todo resto de levadura, e incluso la más pequeña migaja de pan hecho con levadura. Es así, que Cristo fue sacrificado por nosotros para quitar la vieja levadura de nuestros CORAZONES. La vieja levadura es la malicia, lo opuesto a la sinceridad y a la verdad. En el griego, “malicia” es el hábito malo de la mente, en palabra y en hecho.
Por lo tanto, la pascua también nos recuerda que debemos apartarnos de la maldad y buscar el nuevo pan de sinceridad y verdad. La palabra “sinceridad” expresa literalmente algo que se encuentra puro y sin adulteración bajo la luz. En estos días, más que nunca debemos alimentarnos con sinceridad y verdad.

Para terminar, observa esta escena: los judíos, esa noche en Egipto, se sentaron a la mesa con un sacrificio hecho, una protectora sangre derramada de un animal inocente y una actitud profética: vestidos para viajar desde Egipto hacia la Tierra Prometida.
En otras palabras, por la sangre del cordero inocente que cubría la entrada de su casa, serían librados de la muerte y de la esclavitud, para ser llevados a la vida en libertad.

En esta pascua, que la muerte amenaza afuera, ¿tu vida y tu casa están protegidas por la sangre de Cristo? ¿Tenés la seguridad de viajar al cielo prometido? ¿Estás listo para ser librado de la muerte eterna?
Recuerda, sin sacrificio, no hay PASCUA. Cristo es nuestro sacrificio. Él, inocente, dio su vida por nosotros, culpables. Si todavía no lo recibiste, ¡hacelo ya!
Y si Cristo ya es tu pascua, ¡compartilo a otros, con amor!
¡Feliz pascua!

Lic. Mario Fleita
Pastor principal de la Iglesia Poder de Dios Argentina

jueves, 9 de abril de 2020



De qué sirve  una casa sin familia; un auditorio sin iglesia; una creación sin Dios; un Jesús sin muerte y resurrección y un pentecostés sin Espíritu Santo.
Reflexión escrita del pastor Mario Fleita. 09/04/20

¿Cómo vives en este tiempo de cuarentena? ¿Dónde buscas el sentido de la vida?
Veo que el ser humano experimenta todas las formas de religión, cultos, sectas, filosofías que se inmiscuyen en lo espiritual, etc.
Se buscan razones para la vida, la muerte, para el sufrimiento, el caos, las guerras, los dinosaurios y tantas otras cosas. Por ejemplo, la reencarnación, porque a veces es preferible creer que pueden volver a la vida antes que la nada o algo mucho peor.
Buscan beneficios haciendo buenas obras porque el hombre necesita pagar para recibir algo a cambio. Sino pensemos que muchos dan limosnas sólo para calmar sus acusantes conciencias. Eso, ¿vale?
Otros, buscan contacto sobrenatural pero no con Dios sino con ovnis, entidades, espectros, fantasmas, muertos, zombis, extraterrestres, ocultismo, fuerzas oscuras, etc. Lamentablemente, se acepta revelaciones demoníacas para satisfacer esa búsqueda.

Y, así puedo seguir demostrando que el ser humano necesita recibir una nueva revelación y la busca en fuentes espirituales. No en vano, la antropología define al hombre como un ser orante, porque a diferencia de los animales, piensa ¿habrá alguien más allá?
La pregunta es ¿por qué están mal esas búsquedas? Porque el hombre quiere satisfacer esa curiosidad interna y profunda por sí mismo. Quiere hacerlo por su propio mérito sin tener en cuenta a Dios.

El Salmo 127: 1 y 2 NTV, dice: Si el SEÑOR no construye la casa, el trabajo de los constructores es una pérdida de tiempo. Si el SEÑOR no protege la ciudad, protegerla con guardias no sirve para nada. Es inútil que te esfuerces tanto, desde la mañana temprano hasta tarde en la noche, y te preocupes por conseguir alimento; porque Dios da descanso a sus amados.
El tema de este Salmo del sabio Salomón, gira en torno a que los emprendimientos humanos se realizan sólo con la bendición divina. De lo contrario, el hombre vive, hace y ama la mentira y termina en destrucción.
¿Cuál es el resultado? Totalmente siniestro. Sinceramente, muchos se lamentan de su educación, formación, herencia y oportunidades. Se lamentan que desde niño les enseñaron a adorar ídolos, a rezar a muertos o entidades, a practicar hechicería, a creer en supersticiones y cosas por el estilo. Se arrepienten de las escenas de desnudez y la pornografía que vieron desde muy pequeños. Muchos de ellos violentados, violados y destruidos. Se lamentan por aceptar las ideas agnósticas y ateas que les enseñaron en la escuela y en la universidad. De cómo la música, el cine y la televisión contaminaron su mente. Del alcohol, las drogas, las adicciones, los vicios, las ataduras, la perversión. Cantidad de matrimonios que llamo “fuera de la voluntad de Dios”. Infieles. Confundidos. Golpeados. Divorciados. Marchitados. Tristes. Viviendo en fracaso. Caída. Ruina. Dolor. Maldición.

¿Por qué? Porque la casa y la ciudad sin Dios están desprotegidas. A continuación, un impresionante ejemplo.
Mira la diferencia de una casa con Dios y otra sin Dios. Dos hombres: Max Jukes y Jonathan Edwards. Max, ateo y Jonathan, cristiano
Max Jukes era ateo declarado y llevó una vida impía. De los 540 descendientes que se le conocen, 310 murieron en la indigencia, 150 fueron delincuentes, 100 fueron alcohólicos; 7 fueron asesinados, y más de la mitad de las mujeres ejercieron la prostitución. Fueron una carga para el estado. Nada bueno aportaron a la sociedad.
Jonathan Edwards fue un teólogo, pastor congregacional y misionero para los nativos americanos durante la época colonial. Cuando se hizo el estudio tenía 1,394 descendientes (casi el triple de Max) de su matrimonio con Sarah, también cristiana. Entre estos descendientes había 100 predicadores y misioneros, 100 abogados, 80 funcionarios públicos, 75 oficiales del ejército y la marina, 65 profesores universitarios, 60 escritores prominentes, 60 médicos, 30 jueces, 13 rectores de universidad, 3 senadores de los Estados Unidos, 1 Vicepresidente de los Estados Unidos, y 295 graduados de universidad, algunos de los cuales llegaron a ser gobernadores y ministros religiosos enviados a otros países.

¿Por qué la abismal diferencia? Porque uno tomó en cuenta a Dios para edificar su casa y el otro, no.
Dios es el arquitecto, nosotros somos solamente sus obreros. Él es el dueño, nosotros los que seguimos sus planes. Cuando pretendemos edificar por nosotros mismos, nuestro trabajo es en vano. Fallamos. Hacemos daño. Nos destruimos.
Una casa construida sin una base fuerte y sólida –es decir, sin Dios-  no va a resistir las presiones y va a caer. Se arruinará.
Pero una casa que está cuidada por Dios durará, crecerá y tendrá la bendición.
Si el SEÑOR no construye la casa, el trabajo de los constructores es una pérdida de tiempo. Si el SEÑOR no protege la ciudad, protegerla con guardias no sirve para nada.
¿Qué herencia estás dejándoles a tus hijos, a tus nietos? ¿Cómo serás recordado?
¿Quién edifica tu casa? ¿Tu matrimonio, tus hijos, metas y proyectos?
¿Qué base tiene tu casa, arena o roca?
Sin la ayuda de Dios: tiempo, dinero, esfuerzo, trabajo, consejo de terceros, todo lo que hagas fuera de Dios, no permanecerá. Si Dios no está en al asunto, de nada vale el esfuerzo.

Pero, cuando tu casa sea edificada en Dios habrá unidad, propósito, bendición.
Dios es quien edifica y que también cuida la casa. En otras palabras, sólo por Dios, la casa permanece firme, levantada, edificada y cuidada.
Sin la ayuda de Dios una casa, puede ser solamente el lugar donde la familia, vive, come y duerme. Pero un hogar edificado por Dios es mucho más que eso, es un lugar, donde la familia, crece, se edifica, fortalece, se reúne, conviven, comparten, se aman y son felices. Es el lugar donde se honra y alaba a Dios, donde desciende la bendición sobre sus hijos. Donde se sienten seguros y bien atendidos, amados, donde desean estar, no solo por necesidad de un techo donde habitar sino porque es un lugar donde hay amor real.
Una casa así, el dinero no puede comprar. Sé que mis hijos tienen el futuro seguro en las manos de Dios, que ellos serán bendecidos, prosperados y protegidos y usados por Él. Sé que nuestra Iglesia será la iglesia de la ciudad, multitudinaria, explosiva, se engrandecerá en tamaño, seguridad e influencia; será punta de lanza, santa, ungida y poderosa. Porque Dios está edificando. Dios está en el asunto.
Y todo aquel que edifique su casa sobre la Roca que es Cristo Jesús, también lo logrará obtener.

Si tu pensamiento es. “Pastor, mi casa no está siendo edificada por Dios. Yo trabajo en vano, no veo los resultados”. Quiero decirte, si quieres, el Dios de misericordia y compasión cambiará la base de tu casa, de arena mentirosas y falsas ideas por una base sólida, segura y fuerte: Jesucristo, el único camino al cielo. Él EDIFICA y RESTAURA CASAS. Envía su bendición y transforma. Más allá de tu situación actual, para Dios nada es imposible, si tan solo puedes creer.
Dios es un Dios de imposibles, todo lo que el hombre no puede, Dios lo hace todo de nuevo y te ubica en su plan y propósito.

Hoy, Dios sigue RESTAURANDO CASAS, VIDAS, MATRIMONIOS, HIJOS, FAMILIAS.
De qué sirve  una casa sin familia. De qué sirve un auditorio, sin iglesia. Una creación sin Dios, un Jesús sin muerte y resurrección, un pentecostés sin Espíritu Santo, un profeta sin la unción, una sal sin sabor, un predicador sin la revelación, una luz debajo de la cama. De nada.
Si Dios no edifica la casa, tu trabajo no sirve para nada!
Si Dios no cuida la ciudad, los guardias no podrán protegerla!
¿Quién va a cuidar tu casa? Acepta hoy a Jesucristo como tu salvador y señor.

Lic. Mario Fleita
Pastor principal de la Iglesia Poder de Dios Argentina