Romanos
7:9
Y yo sin la ley vivía en
un tiempo;
pero venido el
mandamiento,
el pecado revivió y yo
morí.
En los días de nuestra ignorancia,
siendo religiosos, cuando éramos, en este sentido ajenos a la ley, nos creíamos
hombres y mujeres justos, y como tales, nos creíamos con derecho a la vida que
Dios nos había dado.
Pero una vez venido el
mandamiento; es decir conocido el
mandamiento que prohíbe todo deseo ilícito; el pecado revivió.
Es decir en su malignidad y
fuerza, el pecado repentinamente se reveló como si resucitara de la muerte y nos mató.
Pablo dice: “y yo morí“,
es decir, se vio hombre muerto, a los ojos de la ley que no guardó y que no se
puede guardar por la fuerza ni por las reglas.
Sólo el Espíritu produce esa
disposición en nuestro interior
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