jueves, 5 de septiembre de 2013

Lo que hablo, hago


Stg 2:14  al 26
Hermanos, si uno dice que tiene fe, pero no viene con obras, ¿de qué le sirve? ¿Acaso lo salvará esa fe?
Si un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse ni qué comer,
y ustedes les dicen: "Que les vaya bien, caliéntense y aliméntense", sin darles lo necesario para el cuerpo, ¿de qué les sirve eso?
Lo mismo ocurre con la fe: si no produce obras, muere solita.
Y sería fácil decirle a uno: "Tú tienes fe, pero yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin obras, y yo te mostraré mi fe a través de las obras.
¿Tú crees que hay un solo Dios? Pues muy bien, pero eso lo creen también los demonios y tiemblan".
¿Será necesario demostrarte, si no lo sabes todavía, que la fe sin obras no tiene sentido?
Abrahán, nuestro padre, ¿no fue reconocido justo por sus obras cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?
Ya ves que la fe acompañaba a sus obras, y por las obras su fe llegó a la madurez.
Esto es lo que recuerda la Escritura: Abrahán creyó en Dios, y por eso fue reconocido justo, y fue llamado amigo de Dios.
Entiendan, pues, que uno llega a la verdadera rectitud a través de las obras y no sólo por la fe.
Lo mismo pasó con Rajab, la prostituta: fue admitida entre los justos por sus obras, por haber dado hospedaje a los espías y porque los hizo partir por otro camino.
Porque así como un cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe que no produce obras está muerta.

Santiago pone el equilibrio a nuestra fe.

Lo que creo por las sagradas Escrituras y lo que digo sobre la base de una revelación Rhema por el Espíritu de Dios, eso haré.

De lo contrario, la fe sin obras, está muerta.

El próximo nivel: mostrar las obras de nuestra fe.



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