Luc 14:15
Oyendo esto uno de los que estaban sentados
con él a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios.
Entonces Jesús le dijo: Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. Y a
la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya
todo está preparado. Y todos a una comenzaron a excusarse.
El primero dijo: He comprado
una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses.
Otro dijo: He comprado
cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses.
Y otro dijo: Acabo de
casarme, y por tanto no puedo ir. Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su
señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Ve pronto por
las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los
cojos y los ciegos. Y dijo el siervo:
Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar. Dijo el señor al siervo: Ve
por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi
casa. Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena.
En Palestina,
cuando se hacía una fiesta, se fijaba la fecha con mucha antelación y se
mandaban las invitaciones para que se dijera si se aceptaban. Pero no se decía
la hora; así es que, cuando llegaba el día y todo estaba preparado, iban los
siervos a avisar a los invitados. Era
un grave insulto el haber aceptado la invitación y luego no asistir.
El dueño de la
casa de la parábola representa a Dios. Los convidados originales eran los
judíos. A lo largo de toda su historia habían estado esperando el día en que
Dios interviniera; ese día había llegado, y ellos rechazaron la invitación. Los
pordioseros y minusválidos de la calle representan a los publicanos y pecadores
que recibieron a Jesús, mientras que los religiosos los rechazaron. Los de los
caminos y las sendas del campo eran los gentiles, para los que había sitio en
la fiesta de Dios. Belgel, el gran comentarista de tiempos de la Reforma, dice:
«Tanto la naturaleza como la gracia
aborrecen los vacíos.» Así que, cuando los judíos no acudieron a la
invitación de Dios, la recibieron los gentiles.
¿Justificar la persecución religiosa? Fuérzalos a entrar, se tomaba como
una orden para hacer cristianos a la fuerza, y como la razón para la
Inquisición, las torturas, los autos de fe, las campañas contra los herejes, el
bautismo o la muerte para los vencidos en supuestas guerras santas, etcétera,
etcétera, cosas que son la vergüenza de la llamada civilización cristiana. En
el Reino de Dios no existe más que una obligatoriedad: la del amor.
VEAMOS LAS EXCUSAS:
1 - INVERSIONES,
DINERO, NEGOCIOS, Esto sucede cuando dejamos que los negocios usurpen los
derechos de Dios. Es posible estar tan inmerso en las cosas de este mundo que
no se tiene tiempo para dar culto a Dios, ni aun para orar.
2 - NOVEDADES DEL
MUNDO: Esto es dejar que las novedades usurpen los derechos de Cristo. Sucede a
menudo que, cuando se entra en una nueva situación se está tan absorto que no
se tiene tiempo para ir a la iglesia, ni para orar. Es peligrosamente fácil que
algo nuevo, como un juego, película, o un hobby, o un amigo, o un novio,
desalojen de nuestro horario los deberes espirituales.
3- LAS COSAS
BUENAS El tercer invitado dijo, más enfáticamente que los otros: «Acabo de
casarme. Comprenderás que no puedo ir.» AT «Cuando alguno fuere recién casado,
no saldrá a la guerra, ni en ninguna cosa se le ocupará; libre estará en su
casa por un año, para hacer feliz a la mujer que tomó» (Deu. 24:5). Una de las
tragedias de la vida es que las cosas buenas hacen que nos olvidemos de Dios.
No hay nada más maravilloso que el hogar; pero con Dios; es aún más maravilloso
cuando los que viven en él se acuerdan de que también son miembros de la
familia y de la casa de Dios.
Debes considerar que los versículos 1 a 24 tratan de fiestas y
banquetes. Jesús comparaba su Reino y
su servicio con una fiesta. El Reino se parecía a la ocasión más feliz
que se conocía en la vida. No cabe duda
en el Evangelio la pasamos bien. ¡SOMOS FELICES!
Pero, siempre ha habido
un "tipo" de cristianismo que le quita toda la gracia a la vida. Juliano hablaba
de esos cristianos paliduchos y con pecho de tabla que nunca veían que el sol
brillaba también para ellos.
Tenemos que tener
presente que Jesús pensaba en el Reino como una fiesta.
Un cristiano
desagradable y sombrío es un monstruo de la naturaleza.
Al cristiano no se
le prohíbe ningún placer sano, porque para él la vida es una fiesta de bodas.
Lo triste en la historia es que muchos serán excluidos de esta fiesta; No gustará mi cena.
Pero, aún hoy Él sigue llamando:
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si
alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
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