jueves, 25 de julio de 2013

Cuando el demonio sale y vuelve con siete peores


Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice: Volveré a mi casa de donde salí.
Y cuando llega, la halla barrida y adornada.
Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él; y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero.
Lucas 11:24 al 26 

Este pasaje nos traslada a un mundo extraño, habla de la decisión en favor o en contra de Dios, la cual se toma en el corazón (en «la casa»).
Jesús considera a la masa de sus adversarios como reincidentes en maldad. Pensando en la historia de Israel, que fue una historia de conversiones y de incesantes caídas, sabemos que ellos dejaron que el espíritu maligno adquiriera poder muy a menudo sobre ellos, pese a todos los fervientes esfuerzos de Dios. Por eso, son considerados por Jesús como pecadores reincidentes, una generación realmente pervertida. Al rechazar a Cristo, les irá peor que a otras generaciones precedentes, ya que allí hay uno que es «mayor que Jonás» y «mayor que Salomón». Estas palabras de Jesús se aplican específicamente a lo vacío del judaísmo, que tomó la reforma pero sin la regeneración. Así, la situación de Israel empeorará. Una vez que la nación judía rechace a Jesús, nada puede llenar este vacío sino los engaños de Satanás.
Espíritu inmundo: Jesús está hablando de demonios reales.
Dice que Sale: note la manera de su salida, seguramente fue por obligación. Es posible que por la fuerza se haya arrojado del hombre al espíritu maligno como constantemente sucedía por el poder de la palabra de Jesús. Pero, sin que este hombre rechace interiormente a dicho espíritu inmundo. No tenemos un caso bíblico de un espíritu inmundo, o “no limpio”, que haya salido de su “casa” (cuerpo humano) en forma voluntaria. Aparentemente los demonios se sienten más cómodos ocupando el cuerpo de una persona, o de un animal. Salen solamente obligados por una autoridad superior.
De una persona: Se trata de una persona de la que echaron a un demonio. Pero, como veremos, enseguida volverá a pactar con el espíritu maligno. Aunque el espíritu haya salido, para la persona no regenerada sigue siendo su demonio favorito.
Anda por lugares secos: Es el lugar de residencia de los demonios. Jesús también ha combatido allí con Satán. Desde el desierto los demonios avanzan hasta meterse en el reino de los hombres e intentan aclimatarse en él.
Me volveré, indica una tendencia a regresar.
Encuentra la casa barrida y adornada: Adorno, viene del griego kosméo y significa: arreglar, ataviar, decorar y específicamente: apagar una mecha. Es el estado en el que está la casa, pero vacía porque la plenitud de Dios no ha llenado el recinto desocupado. Se encuentra superficial y cosméticamente adornada, por arriba, nada fundamental. No está provista de ninguna gracia verdadera; todo es pintura y barniz, nada duradero ni real. Nunca fue entregada a Cristo ni habitada por el Espíritu. Un alma vacía es un alma en peligro.
Toma a otros siete espíritus peores: este nuevo estado de la persona, estimula al espíritu malo lo suficiente como para reunir a espíritus peores y con ellos vuelve a instalarse en la casa, es decir, en el corazón de aquel hombre. Aparentemente, hay grados morales entre los demonios, algunos peores que otros, todos siendo malos.8
Moran allí: La potencia ocupante del espíritu tenebroso le resultaba agradable a este hombre. Todavía está interiormente dispuesto para el espíritu malvado, más aún, siente verdadera nostalgia de él y le atrae. Los espíritus malignos entran sin dificultad; son recibidos y viven allí; allí trabajan; allí mandan. Allí pueden dominar y hacer al hombre todavía más desdichado de lo que era antes.
 Postrer estado viene a ser peor que el primero: Advierte que la situación creada por estas acciones pueden tornarse peores si no tienen lugar cambios fundamentales. Al rechazar a Jesús, no les queda otra cosa que ceremonias y ritos vacíos, lo cual hace de ellos aún más vulnerables al engaño de Satanás. Es necesario barrer; pero después de desarraigar el mal hay que plantar y cultivar el bien. La mejor manera de evitar el mal es practicar el bien. Un  jardín, podría ilustrarnos esto. Primero, hay que quitar los yuyos  y preparar la tierra; pero, si no se siembra y se cultiva buenas plantas, pronto estará peor que antes. No se es bueno por no hacer cosas malas, sino llenando la vida de cosas buenas.
Este pasaje de las Escrituras nos previene de una manera solemne que seamos religiosos sin la conversión del corazón. Solo en ser verdaderos y sinceros cristianos puede encontrarse completa seguridad.
Abandonar nuestros pecados  escandalosos, de nada sirve si la gracia no reina en nuestros corazones. Dejar de obrar mal es poca cosa si al mismo tiempo no aprendemos a hacer el bien.
No es suficiente que la casa haya sido barrida y adornada exteriormente: es necesario que otro  habitante la ocupe para que el antiguo no vuelva a presentarse. Cristo debe morar en nuestros corazones por  medio de la fe.
No solo debemos estar moralizados, sino también espiritualizados. No solo debemos reformarnos: debemos nacer de nuevo.
No  seamos como casas barridas y adornadas donde no mora el Espíritu. No seamos como sepulcros blanqueados. Lo malo de la religión vacía es que puede “limpiar”  exteriormente a una persona prohibiéndole todas las malas acciones, pero no la puede mantener limpia.
Consideremos un caso práctico. Un borracho se puede reformar; puede que decida no seguir perdiendo el tiempo en su adicción, pero debe buscarse algo de Dios para hacer, tiene que encontrarse algo con lo que pueda llenar el tiempo que está ahora vacante, o volverá a caer en la vieja situación.
Una persona que no se ha dedicado más que a buscarse placeres puede que decida ponerle punto final; pero debe encontrar algún otro objetivo por lo menos igualmente absorbente con el que llenar su tiempo, o no hará más que volver a la carga si se encuentra con la vida vacía.
No basta con que la vida de una persona esté esterilizada; tiene que fertilizarse para producir el bien. Si se destierra de la vida una clase de acción, hay que sustituirla con otra, porque la vida no puede estar vacía.
Todo corazón es la residencia de espíritus inmundos, salvo los que son templo del Espíritu Santo, por fe en Cristo.
El libro de Esdras registra cómo la gente se apartó de la idolatría pero no la reemplazaron con amor a Dios y obediencia.
Desear alejarnos del pecado es el primer paso, pero luego debemos llenar nuestra vida con la Palabra de Dios y el Espíritu Santo. Las personas vacías e inactivas son un fácil blanco de Satanás.
Jesús advierte de la terrible consecuencia de no llenar el corazón con la verdad de Dios que él mismo estaba presentando. Tal era la condición de esa perversa generación.
«Hay que llenar a las personas con algo.» No basta con echar al mal; hay que dejar entrar al bien.
El vacío dejado por la salida de un espíritu maligno debe ser llenado por el Espíritu Santo, o el individuo quedará expuesto a una mayor actividad demoníaca.
«No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu» (Efe_5:18 )
No basta que la vida exterior se maquille con los adornos de las formas religiosas: es necesario que en el interior experimente la presencia viva del Espíritu Santo.
No basta que se eche fuera al demonio: es necesario que el Espíritu Santo tome su lugar.



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