¿Dios sería capaz de atraernos con halagos al pecado para despeñarnos en la perdición?
Absolutamente, NO.
La perdición no tiene su raíz en Dios, sino en el hombre.
La perdición no tiene su raíz en Dios, sino en el hombre.
En medio de los deseos y ambiciones, en
medio de los estímulos humanos más íntimos, la concupiscencia incita al pecado.
El hombre está inclinado al mal en una creación fragmentada, inclinada al mal, con deseos
de rebelarse contra la voluntad de Dios, una humanidad que quiere experimentar el
pecado.
El hombre y el mundo están echados a perder, están
sometidos al yugo del pecado y de Satán y han sucumbido a la perdición.
Abre los ojos.
Ten cuidado contra cualquier
compromiso sospechoso, contra cualquier pacto disimulado o descubierto con el
mundo del mal, que aunque está ya vencido, es siempre peligroso.
Stg 1:13
Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte
de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino
que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y
seducido.
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